lunes, 29 de junio de 2009

CONMEMORACIÓN DEL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO

*29 de junio de 1909 _ 29 de junio de 2009

Pedro Antonio Paz Rebolledo nació en Popayán el 29 de junio de 1909 para quedarse definitivamente en esta ciudad a la que, desde sus primeros días empezó a descubrirle el alma oculta bajo la gala de sus rituales y el devenir cotidiano de sus habitantes, quienes por los años de su infancia, juventud y primera madurez de don Pedro aun configuraban un especial grupo humano, donde a expensas de la familiaridad, estimulada por un marcado interés por la cultura y en especial por la literatura, se gestó ese ambiente especial en el que eran tan finos el humor como los modales.

Cada instante de su vida lo vivió compenetrado física y espiritualmente con la ciudad que amó, gozó y sufrió. A varias de sus generaciones contribuyó a formar en las aulas escolares o universitarias, pero muy especialmente como fervoroso admirador y cultivador de las celebérrimas Procesiones de Semana Santa, cuyo sentimiento indescriptible puso al alcance de la sensibilidad infantil en lo que constituyó, sin lugar a dudas, su más edificante acierto de pedagogo.

Su amor por su prima Cecilia es la imagen de lo perdurable. Como esposos recorrieron juntos cada uno de los instantes de su longevidad de patriarcas hasta los días finales cuando, refugiados en el silencio, partieron, en plena Semana Santa, el domingo 2 y el Viernes Santo 14 de abril de 2006, precedido él 12 días por ella – los más largos y solitarios de su existencia - . Murió en su ley “casi cargando” anotó acertadamente su sobrino y ahijado el poeta Víctor Paz Otero.

Siempre le fue justamente retribuido por sus conciudadanos el aprecio que sintió y ejerció por Popayán. Ellos vieron y admiraron en él, más allá del ser esencialmente bueno, al habitante comprometido con la ciudad y con el civismo y los altos valores, que ejerció desde su ejemplo personal y a través de su pedagogía estricta e impaciente como lo recordara, entre otros, su discípulo José María López, “Pepón” al afirmar que “cuando pensábamos que nos estaba enseñando ingles, nos estaba dictando lecciones de carácter”

Su obra y su ejemplo animan la fundación que lleva su nombre y “recoge sus pasos” con el fin de perpetuarlos e inculcarlos a los payaneses del futuro.

La presencia en esta eucaristía, de quienes quieren recordarlo en el centenario de su nacimiento, al lado de su inseparable Cecilia, nos funde en un abrazo múltiple con el católico profundamente creyente para quién sus convicciones y su credo, fueron su razón de ser, orientaron toda su vida e inspiraron todo su actuar.

POPAYÁN, LA ERMITA, JUNIO 29 DE 2009