
La compenetración total de los payaneses con sus procesiones de semana santa, tiene entre otras manifestaciones de ella derivadas, una bastante singular y diciente: el inmemorial interés atávico de los niños de la ciudad por reproducir en sus juegos, y con los medios a su alcance, los desfiles sacros de la semana mayor, juego que, como detalle de mayor fidelidad se ha desarrollado en horas de la noche, solo que en la semana o semanas subsiguientes a la propia de Pasión ya que en esta no habrá espacio ni tiempo para nada diferente a la organización y participación en los centenarios rituales.
Larga es la historia de las que finalmente han venido a adquirir carta de ciudadanía como las procesiones chiquitas, en un principio probablemente concebidas y materializadas en el mismo instinto lúdico y el entusiasmo imitativo de los infantes payaneses, al estimulo del propio ambiente religioso y cultural de la ciudad en que crecen, se educan y cuya cultura, lógicamente aprenden y comparten.
En 1958, don José María Arboleda Llorente (1), escribió para el libro del cuarto centenario de las procesiones, un juicioso articulo sobre la historia de las procesiones chiquitas payanesas, del cual transcribimos valiosa información sobre los adultos que, retomando la iniciativa infantil, se esforzaron en uno u otro momento por dar mejor cuerpo a tan singular entretenimiento.
Nos relata el historiador que a finales del siglo XIX, Don Ignacio Delgado, médico payanés radicado en quito, hizo esculpir en la capital ecuatoriana imágenes de
En la primera década del siglo XX, Don Vicente J. Arboleda organizó procesiones con algunos pasos tallados por el carpintero Juan León, y a partir de 1917 el doctor Francisco Velasco Navas y el joven Hernando González hicieron pasos con base en imágenes elaboradas en cartón. Estas comprendían las replicas de los desfiles de martes a viernes, en los que colaboraba la familia Falla Wallis.
Continua narrando Arboleda Llorente, que a las anteriores siguieron las que, con esculturas de barro establecieron los señores Nicolás Rodríguez y Carlos Murillo, y las que Don Cenón Mosquera, a partir de 1935 con imágenes talladas por el mismo, en algunos casos y en otros por el artesano Samuel Murgueito, mientras que las imágenes de El Ecce Homo y del Perdón fueron importadas de Quito. Estas procesiones desfilaron hasta 1947, cuando desanimado por la falta de colaboración de la ciudadanía, causante del desorden e irrespeto en los desfiles, decidió suspenderlas y hoy día, sabemos que la colección se encuentra en la población de Silvia, Cauca, donde desfilan en la propia Semana Santa.
Finalmente, aparecen las que más han perdurado, iniciadas por el educador Don Pedro Antonio Paz Rebolledo, las cuales desfilaron por primera vez en 1949, ya con una organización esmerada y con sus primeros 7 pasos. En su empeño, Don Pedro fue secundado por sus hermanos, Adriano, Gonzalo y Bernardo y sus primos Higinio Paz Navia y Hernando y Mario Paz Bonilla, lo mismo que por Don Humberto Casas y el ya citado Francisco Velasco Navas, cuyos 5 pasos, hoy propiedad de sus herederos, son los únicos que continúan desfilando, junto con los de Don Pedro, en las procesiones completas que involucran 64 pasos y que ahora bajo la organización de
Consiente de lo que
Citas:
(1) Arboleda Llorente, José María. Procesiones Chiquitas. Popayán, en el cuarto centenario de sus Procesiones de Semana Santa. Popayán, Tipografía El Carmen, 1958. Pág. 118 sigs.
Diego Alonso Paz Paz.
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